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Más allá de la víctima y el victimario en clave política


Para el guerrero, matar a sus enemigos, arriesgándose en tal empresa, no es un problema moral, sino táctico y estratégico. Pero el pacífico, con la misma valentía, prefiere morir -y a veces soportar la muerte de los suyos- que matar. Ambos resumen acaso una bifurcación ética fundamental. Sin embargo, ni el guerrero ni el pacífico abundan en este mundo. El tipo humano que se dispersa en nuestro tiempo como una enfermedad es el enemigo de ambos, el esclavo sin amo, el autómata enajenado, quien ha hecho de su miseria moral un hábito vital de acuerdo con el metabolismo parasitario general. Que este sea rico o pobre no es relevante.