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La gran mentira de Rodrigo Rojas


¿Por qué usar una enfermedad para hacer visible un problema lacerante que cruza la vida de muchos chilenos? ¿Por qué tener que mostrarse víctima de algo para poder concitar voluntades tras su candidatura? Tal vez porque hoy el haber sufrido es una especie de medalla, de garantía de cierta pureza o virginidad por estar del otro lado de la historia, en las calles, en las protestas.
La información del momento, como gustan decir los periodistas, viene en una nota en La Tercera donde se revela que el constituyente Rodrigo Rojas, alias “Pelao Vade”, no tiene cáncer. La noticia impactó a muchos porque el personaje se hizo conocido precisamente por esa enfermedad al usarla como trampolín para integrar la Convención Constitucional en curso.

En las manifestaciones de Octubre del 2019, Rojas mostraba un cartel en el que decía que su preocupación no era lo que padecía, sino cómo lo pagaría, reflexión más que sensata en un país en el que quienes pueden pagar tratamientos escriben libros de autoayuda donde el financiamiento de exámenes o procedimientos no aparece por ningún lugar. Me refiero a personas que pueden hablar de Dios y de la espiritualidad como si no hubiera un obstáculo fundamentalmente material antes de poder tener la tranquilidad para pensar en fuerzas sobrenaturales.

Pero, ¿por qué usar una enfermedad para hacer visible un problema lacerante que cruza la vida de muchos chilenos? ¿Por qué tener que mostrarse víctima de algo para poder concitar voluntades tras su candidatura? Tal vez porque hoy el haber sufrido es una especie de medalla, de garantía de cierta pureza o virginidad por estar del otro lado de la historia, en las calles, en las protestas.

Esa es una idea que está muy presente en el progresismo posmoderno y consiste en que para demostrar la injusta forma en que está planteada la universalidad de una sociedad, se recurre al sujeto y sus virtudes, las que serían producto de los males de los que ha sido objeto. ¿No es esa una manera de desdibujar la izquierda? ¿No es acaso su misión principal trabajar por cierta igualdad de certezas públicas, independientemente de las cualidades o vicios que cada ciudadano tenga? ¿Entonces por qué sería necesario para acceder a un cargo haber sufrido algo? ¿Dónde está la igualdad ahí?

Pero volvamos al caso particular de Rojas. Para exculparse de lo que hizo, el constituyente señaló que tenía otra enfermedad, como si eso pudiera eximirlo de lo sucedido. Dijo que esa enfermedad era estigmatizada, por lo que se avergonzaba de decirla en público. Bueno, si es así, uno puede tratar de suponer pero no aventurarse a decir qué es. Y menos condenarlo. Más aún cuando se espera que el trabajo público y especialmente sanitario de un Estado cumpla su labor sin importar de qué carácter es lo que se sufre. ¿Pero cree eso él? Al esconder lo que verdaderamente lo aqueja, ¿no es él quien cree que hay cierto tipo de enfermedades mal vistas y bien vistas? ¿O no quería que tal o cual enfermedad lo hiciera ver como responsable de algo?
Nunca hay que olvidar que, aunque uno no lo crea, también es parte de una sociedad. Y como tal, también cae en los prejuicios que dice condenar. Por lo tanto, Rojas, para poder escapar de sus propios prejuicios, a lo mejor usó una figura para escudarse y, de paso, obtener un cupo en la Convención. Es humano, aunque él haya intentado escapar de esa humanidad con esa gran mentira.

Ahora, si no tiene ninguna condición que pueda explicar tamaña invención (que no tiene justificación alguna), solo nos quedaría pensar en que aprovechó el momento como buen hijo del sistema que decía querer cambiar. Especuló, usó las cartas que tenía en mano y triunfó. Apostó por una sensación ambiente favorable a cualquier sufriente y ganó. Y si queremos seguir especulando, podríamos decir que fue todo a la vez. Que todos esos factores incidieron en su cabeza y construyeron ese mentiroso relato que tantos réditos dio. Pero nada de esto podría modificar la siguiente conclusión: los sufrimientos jamás deberían medir cuán calificado se está o no para algo. Eso es un buenismo falaz que prepara el terreno para cuestiones como estas.

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